Seguro que muchos de nosotros hemos comprado un jamón para Navidad o incluso nos lo han regalado. ¡Qué delicia! Con toda la ilusión lo colocamos en el jamonero, lo abrimos, y tras las primeras lonchas, aparecen unos puntitos blancos. Y te preguntas y esto ¿qué es?. No te preocupes, porque no son nada malo, ¡al contrario! Te están indicando un proceso de maduración y secado del jamón óptimo.
Esos pequeños puntitos blancos no son sal acumulada, son cristalizaciones de tirosina, un aminoácido que forma parte de la proteina y que tiende a cristalizar en el proceso de maduración del jamón. A medida que el jamón se deshidrata durante su curación, la tirosina se va agrupando y crea los puntos blancos. Esto es indicativo de una curación pausada, correcta y natural.
Estos cristalitos blancos son sinónimo de artesanía y de que la pieza se ha curado de forma correcta, con mimo y dedicación. Y si bien la calidad del jamón no depende de esta tirosina, sí nos indica que su proceso madurativo es el correcto. Por lo tanto, los podemos comer sin ningún tipo de miedo ya que son completamente inocuos.
Normalmente aparecen distribuidos de manera irregular y tienen entre 1 y 3 milímetros. Su textura en boca es terrosa, pero al ser tan pequeñitos, casi ni se nota. También pueden aparecer en otros embutidos y en quesos curados, como el Manchego, también por su larga maduración.
Ahora que ya hemos aclarado qué son las pequeñas manchitas blancas que tiene tu jamón, podrás disfrutarlo al máximo.
